dijous, 28 de maig del 2009

Un tipo muy valioso



Hace no mucho tiempo, cuando era un “SP”, es decir, un “Sin Papeles”, es decir, un inmigrante ilegal para el sistema, era carne de abogados para que me quitaran el poco dinero que ganaba en mi faena, entiéndase trabajo en negro, economía sumergida, o mejor dicho “explotación” como dije una madrugada a las 2 y ½ de la mañana cuando con mi bicicletita rosada (donada por la Cruz Roja) regresaba a casa, bajo una torrencial tormenta después de haber fregado 800 platos, 1600 cubiertos, cientos de ceniceros, 16 cacerolas, una plancha pesadísima y el maldito extractor de humo de un bonito restaurante cercano al “Parc del Migdia” (antes de salir a la tempestad debía fregar el suelo del salón, hacer los lavabos y rezar pidiendo que no me hayan robado la bici (que obviamente no podía guardar dentro del establecimiento porque quedaba feo).

Yo quería los papeles ya, igual que cualquier otro inmigrante del planeta. Recuerdo las enormes colas en el Gobierno Civil, la única manera de pasar el tiempo en forma útil, era rellenando las papeletas a los africanos que dibujaban un cuadrado en el aire con su dedo índice al guardia civil de la puerta para indicarle que venían por los papeles. Finalmente a , los pelpa me los sacó adelante y sin cobrarme un duro, Jordi Bartina, un abogado joven, entusiasta y sobre todas las cosas, entendedor con el dolor del inmigrante. Aprendí entonces que “ningún ser humano es ilegal y que si no tengo papeles es porque ellos no me han hecho la documentación, por lo tanto los ilegales son ellos…”. Mi prejuicio hasta entonces, generalizador acerca de los abogados como sinónimo de cuervos, se iba disipando y en ese contexto también conocí a Sebastián Salellas. Era abogado, pero llevaba la barba de Marx y además, simpatizaba con el Ché. Llevaba una sonrisa inexplicable en relación a los casos jurídicos tan tristes que tenía en las carpetas bajo el brazo. “El abogado del pueblo” le decía yo. No fuimos amigos pero a pesar de ello, nos reconocíamos mágicamente por la calle y fue así que cada vez que nos cruzábamos hablábamos de los temas de siempre (derechos humanos para transitar libremente por el mundo sea cual fuera la nacionalidad de uno, la injusticia que se estaba cometiendo con los chicos acusados de pertenecer a una célula terrorista por tenencia de detergente en sus casas y que era un simulacro de Aznar para justificar la entrada de España a la guerra de los yanquis, de las armas químicas que nunca se han encontrado y que sirvieron de argumento para bombardear al pueblo iraquí, de Argentina y la dictadura, de la falta de respeto y de garantías constitucionales contra cualquier persona, sobre todo cuando se detuvo a Nuria Pórtulas y hasta hablábamos de un aparente hijo no reconocido del Rey que deambula locamente por Girona y al cual el Tiá, creo que le prestó atención como gran escuchador de las causas perdidas. Un tipo sencillo, caminador de Girona, poniendo literalmente el cuerpo a su profesión, viajando de aquí para allá y de audiencia en AUDIENCIA.

En los cruces ocasionales, a la salida de sus conferencias, en las marchas, charlábamos como si fuéramos grandes amigos. Myriam, mi compañera, propuso la foto (sabía que le admiraba). Cuando me enteré de su muerte me invadió una profunda tristeza, tuve la necesidad de enseñarle la necrológica de El Punt a Miquel, el amo del bar “B’D’Gust” y decirle: “se murió un tipo muy valioso”.

Edu Sívori Alt