Cecil Gaspar está a punto de publicar un libro que recoge gran parte de su obra pictórica producida durante su estancia en Cataluña (2005-2009). Jorge Morales escribió el prólogo, y aprovechamos la ocasión para compartirlo con todos vosotros.
Los ires y venires de un pintor californià
Fue en julio del año 2005 cuando hizo su egregia aparición en la ciudad de Girona (Gerona), el pintor “californià,” Cecil Gaspar. Comenzaba el verano, época especialmente bella en esta ciudad, y Cecil venía guiado por el amor, siguiendo los impulsos de su compañera, la poeta costarricense Meritxell Serrano, que sintiendo “el llamamiento de la sangre” (su padre es catalán), optó por venir a vivir al arco mediterráneo, a la ciudad estratégicamente emplazada en el cruce de los ríos Oñar, Galligants, Güell y Ter, a caballo entre la Costa Brava y la cordillera de los Pirineos.
Gaspar, como el gran aventurero que siempre ha sido –sus innumerables viajes por el mundo así lo atestiguan– rápidamente descubrió el enorme potencial que estas comarcas representarían para el desarrollo de su obra pictórica. Y poniéndose manos a la obra, se dejó llevar por los atardeceres dorados del parque de la Devesa, las melancólicas riberas de Pedret, la quietud onírica del Oñar abrazando el Barrio Viejo, transcurriendo lento, homogéneo, y de tanto en tanto, salpicado de formas por las irrupciones de los patos y las inquietantes carpas que lo habitan, y por la magia de la luz y del color en los vastos bosques prepirenaicos. El verano pronto dio paso al otoño que en Girona, tal como lo notara otro ilustre viajero, Roberto Bolaño, aparece empapado por una extraña luz misteriosa que se filtra en el medio ambiente, y que a nuestro parecer no puede ser sino la luz y el polvo fecundados por el paso inexorable del Tiempo. Porque Girona es una ciudad muy antigua, y sus orígenes se remontan a un mitológico pasado anterior a Roma.
Así, el “pintor californiá” correspondió a estos estímulos de la única manera posible para un artista, un creador: con entrega, constancia y trabajo.
En este sentido, quizás una de las imágenes de Gaspar que más perdurará en la memoria de sus amigos gerundenses, sea la del pintor pasando –según él, desapercibido– por las estrechas calles del barrio viejo de Girona, con su pelo blanco, largo y despeinado, con su sonrisa beatífica, tanto en invierno como en verano, con lluvia o bajo un sol abrasador, pero siempre cargando su caballete y sus bártulos, y dirigiéndose a pintar. A pintar durante todo el día, ora al aire libre, a veces con su amigo, el pintor Saturní Rodríguez, otras en su luminoso estudio de la Vall Sant Daniel, a veces en excéntricos horarios, con tal de captar mejor la esencia de tal o cual matiz en la luz y la forma.
A la constancia y al trabajo, sumó una casi infantil curiosidad por todo lo que se mueve a su alrededor, un vivo interés por “el otro”, por los puntos de vista, métodos y aportaciones de los demás, que lo llevó, por ejemplo, a colaborar desinteresadamente para la revista literaria de Girona, El Llop Ferotge, donde se matriculó con sendos y vivos retratos de poetas como Roberto Bolaño y Albert Compte, “Startus”, o de escritores tan disímiles como Volodia Teitelboim y Enrique Vila-Matas, además de varios otros dibujos e ilustraciones de gran calidad. Esta misma impetuosa curiosidad intelectual lo llevó en peregrinación a las galerías, museos y colecciones de arte de Cataluña, Madrid, Londres, París, Amsterdam, Berlín, Venecia y Roma. Visitó varias veces el Museo de Arte Contemporáneo de Ceret, en la Cataluña francesa. Gaspar se empapó del color y la fuerza de la obra de pintores fauvistas y expresionistas, como Francesc Gimeno, Elena González Llàcer, Maurice de Vlaminck, Ramon Sanvisens, Chaim Soutine, André Derain, Henri Matisse, Laurent Riberat, Othon Friesz, Pinchus Krémègne y otros para extraer lo mejor de cada uno. De hecho, empleando sus métodos –uso de colores fuertes y directos, la difuminación del detalle en beneficio del conjunto, el contraste de luces y sombras, entre otros– Gaspar produjo desde 2005 una extensa obra pictórica, de la cual ha seleccionado 120 óleos para presentarlos en esta bella edición, diseñada y maquetada por Xavi Casadesús.
El libro que el lector tiene entre sus manos, conforma una muestra amplia y representativa del universo artístico de los “años catalanes” del pintor californià, y que abarca paisajes, atmósferas, instantáneas y retratos. En todos ellos, vibran el saber hacer y la sensibilidad de Gaspar, que concentra todos sus esfuerzos en capturar los gestos precisos, en atrapar el instante prolífico en que la materia, el paisaje y los seres humanos, revelan la amplia e infinita profundidad de sus interiores. Gaspar se ha propuesto en sus cuadros, dar cuenta de la “tensión” de la vida, el instante poético, tal y como lo concibiera el maestro Francisco de Goya en su famoso “Pelea de gatos”, o como lo expresara también Salvador Dalí en su etapa adolescente, mucho antes de dejarse llevar por las piruetas técnicas y las acrobacias propias del surrealismo.
Si es que lo ha conseguido o no, el público y los críticos lo sabrán juzgar por sí mismos. Por nuestra parte, consideramos no sólo que lo ha logrado con creces, sino mucho más: nos ha convertido en cómplices fieles y avaladores entusiastas de su diáfano y constante proceso creativo, de un tiempo y unos años que han sido hermosos y fructíferos en todos los sentidos, y que siempre será una alegría, un placer y una saudade recordar.
dimecres, 18 de novembre del 2009
Los ires y venires de un pintor californià
Jorge Morales
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1 comentari:
Se nos olvidaba explicar que en el libro de Cecil, este prólogo aparecerá en catalán, castellano e inglés...
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