dimecres, 9 de novembre del 2011

La crítica espectacular (Isaki Lacuesta)

En su artículo “Paso doble” del pasado 7 de octubre, Sergi Pàmies escribe que “el cine de arte y ensayo aplica un código penal distinto del que regula el cine convencional”. Según Pàmies, las películas “de autor” jamás son reprobadas, y por eso le parece ejemplar que uno de los críticos de El País, Carlos Boyero, haya “repudiado y combatido” mi película “Los pasos dobles”. Añade Pàmies que, en cambio, es usual y de buen tono criticar películas “comerciales” como “Larry Crowne”.
Los hechos, sin embargo, desmienten la teoría de Pàmies: hace años que los críticos de los periódicos españoles más vendidos (El País, El Mundo, ABC) denigran e ignoran, de forma sistemática, el cine “de autor o experimental”. Y escribo “ignoran”, porque ésa es la palabra clave: nada se puede reprochar a quién manifiesta sus opiniones honestamente, pero sí a quien renuncia al deber de informar a los lectores. Consultemos la  hemeroteca: cuando en 2002, “El viaje de Chichiro” ganó el Oso de Oro, los lectores descubrimos que la mayoría de los cronistas españoles no se habían dignado a verla. En 2006, “Naturaleza muerta” de Jia Zhang-Ké ganó el festival de Venecia, y de nuevo, los críticos de esos diarios prefirieron descansar; al día siguiente, justificaron su falta de profesionalismo describiendo a Zhang-Ké como un chino desconocido, cuya película se proyectó en “un único pase nocturno” (Boyero). Entonces ocultaron al lector que Zhang Ké ya era un cineasta célebre, premiado en festivales de medio mundo; si no lo sabían, hubiera bastado un vistazo al dossier de prensa o a la web del festival para no tener que engañar a sus lectores. [En Internet pueden leer “La catatonia nacional”, de López Fernández, una apasionante recopilación de los insultos proferidos aquel año contra Lynch, Weerasethakul, Resnais, etc]. En 2008, el mismo Boyero se jactó de abandonar su puesto de trabajo, cuando puso al caer de un burro “Shirin”, de Abbas Kiarostami, sin haberla visto. Entonces, más de dos cientos lectores de El País escribimos una carta de protesta por su lamentable cobertura. Fue cómico comprobar cómo varios profesionales de la critica al trabajo ajeno consideraron que nuestra queja era un “ataque a la libertad de expresión”.
A la vista de los hechos, conviene preguntarse: ¿no será el cine la víctima de “un codigo penal distinto” al que regula las secciones del periódico? ¿Cabe imaginar un periodista deportivo que presuma de desconocer quién es Navarro, un crítico político que ignore la existencia de Tony Blair, o un crítico literario que despedace la nueva novela de Jonathan Franzen tras leer solo las cinco “estúpidas” primeras páginas? Sospecho que, para los periodistas y críticos correspondientes, un debate parlamentario o un mal partido de fútbol pueden ser tan o más aburridos que “Shirin”. ¿Y si no nos contaran las resoluciones del Congreso o el resultado de un encuentro porque “la vida es muy corta para desperdiciarla con tonterías” (Boyero)? ¿Da risa, verdad?
Rafael Argullol ya señaló el  intercambio de papeles entre la crítica cultural y la deportiva: mientras en los artículos sobre fútbol abundan “citas cultísimas de los trágicos griegos”, el periodismo cultural se ha plagado de metáforas atléticas. Y es que, al parecer, algunos periodistas culturales se avergüenzan de su tema de trabajo, la cultura, y procuran esconderla bajo un lenguaje tabernario, lo más impreciso posible. Porque ya ni siquiera mandan las cifras de venta del diario, sino la cantidad de clicks que cada artículo obtenga: así, una película que no gusta (algo tan normal, tan poco espectacular) debe convertirse en un escándalo, en una tremenda “gilipollez”. Y una “periodista” como Mabel Galaz puede titular en la portada de El País digital: “Javier Bardem está enfadado y decide acabar con toda la vajilla”, para que solo al clikar encima descubramos que esa escena “de momento es ficción”.
Por eso, la mayoría de lectores de diarios españoles desconocen que Oscar Pérez y Mia de Ribot compitieron en el pasado festival de Venecia con su película “Hollywood talkies”. Por eso casi ningún diario consideró necesario ofrecer la información adecuada sobre “Todos vós sodes capitás”, de Oliver Laxe, cuando se estrenó tras ganar el premio de la Crítica en la Quinzaine de Cannes. Por eso el espacio mediático dedicado a Larry Crowne es infinitamente superior al que reciben películas como las de Laxe y Perez, en proporción con las inversiones publicitarias respectivas. Demasiado a menudo, en las secciones de cultura se decide qué es noticiable según los criterios del “espectáculo” y el “show business”.
En resumen, si existen “códigos penales distintos” en el periodismo cinematográfico, la diferencia pasa por que en este último se puede mentir,  presumir de ignorancia y despreciar tus obligaciones con los lectores y, en consecuencia, ser premiado por ello. Querido Pàmies: si yo fuera novelista, en lugar de celebrar lo que sucede con el cine, iría poniendo mis barbas a remojar…

ISAKI LACUESTA. LA VANGUARDIA, 6-11-2011