Transcripció literal de l'article publicat per Juan Villoro a "El Periodico", el dia 2 de juny de 2011.
En una ocasión me perdí en un suburbio de Ciudad de México y le pregunté a un hombre por la dirección que buscaba. Él reflexionó un momento, se rascó la cabeza, me vio con solidaridad y dijo al fin: "Perdone, pero no sé dónde es eso. ¿No se le ofrece otra calle?".
Esa persona simbolizaba la cortesía mexicana, que se manifiesta aunque sea inútil.Durante años me quedé pensando en las calle que podría haber solicitado ante un chamán urbano capaz de concederlas.
Sobran las causas, las hazañas, los nombres de los superhéroes de cómic o novela, las caprichosas partes del mundo que a uno le gustaría ver convertidos en señas de orientación.
Muchas veces recorremos ciudades con calles que llevan apellidos de héroes menores, muchas veces olvidados, o personajes de ocasión que tuvieron un tío o un cuñado en el ayuntamiento.
No han faltado villanos en la nomenclatura. Octavio Paz se refirió a las "calles herradas como reses con nombres inflamantes". En 1990 visité Nápoles, donde las principales avenidas habían sido rebautizadas en homenaje a un dios de pies pequeños y proezas grandes: Diego Armando Maradona había llevado al equipo a conquistar el scudetto. El nombre de Garibaldi se había tachado para dar lugar a la "Vía Maradona".
Por primera vez un amigo se convierte en parte de una ciudad. Roberto Bolaño, a quien conocí en el México de los años setenta y volví a ver en Barcelona y Blanes en los noventa, nombrará una calle en Girona, la ciudad en donde pasó años formativos y de la que siempre escribió con cariño.
El 18 de junio, Ignacio Echevarría, su mejor intérprete crítico, Bruno Montané, poeta que compartió con él el exilio en México y luego en Barcelona (es Felipe Müller en Los detectives salvajes) y Jorge Herralde, su editor de hierro, estarán entre los padrinos del acto.
Cuando no hay nadie, las calles ceden el paso a los fantasmas. Mario Santiago Papasquiaro (Ulises Lima) irá por ahí a bordo de un Impala. También los Sudacas Voladores, Sensini, Buba y otros personajes recorrerán esas piedras.
Bolaño inició una insólita errancia literaria para jugarse la vida en el camino. Nada más lógico y honroso que un arriesgado peregrino dé nombre a un sitio de llegada.
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