diumenge, 9 de desembre del 2012

VILLA + DISCURSO, Obra de teatro de Guillermo Calderón

Roberto Bolaño sostuvo más de una vez que la literatura -y por extensión, todo el arte, agregaríamos nosotros- que se necesita hoy en día, es una literatura que no tenga miedo de sumergirse en la oscuridad, de saltar al vacío con los ojos bien abiertos. Y es eso precisamente lo que hace el dramaturgo chileno Guillermo Calderón (Santiago, 1971) en esta obra doble que se presentó ayer en Girona, en la Sala La Planeta, en el marco del Festival Temporada Alta.
Prescindiendo de decorados superfluos, de pirotecnias escénicas y de pompas verbales, en la línea del mejor Brecht, tanto en Villa como en Discurso, nos adentramos de lleno en un teatro rigurosamente político, que araña la memoria del horror desatado por el terrosrismo de estado bajo la dictadura de Pinochet, mediante tres personajes femeninos, hijas de sobrevivientes del más grande capo de exterminio y tortura que hubo en Chile, Villa Grimaldi, per donde pasaron cerca de cinco mil personas, quinientas de las cuales engrosan las listas de detenidos desaparecidos, y per donde pasó también, junto a su madre, quién fue luego la primera mujer Presidente de Chile, la socialista Michelle Bachelet.
El relato se recoje no como ina recopilación de vejámenes y crímenes, ni tampoco como una manifestación panfletaria en torno a la cual levantar tal o cual propuesta, sino que se erige como una mirada poliédrica, rica, lúcida y plena de contradicciones en torno al candente problema de cómo abordar esta herencia oscura, de cómo construir el presente y el futuro de un país que apenas hace cuatro dias fue el escenario de hechos horribles y macabros protagonizados por agentes del estado, y que al parecer, todavía no encuentran respuesta convincente.
De esta manera, entre el debate sobre lo que es necesario hacer con el lugar donde estuvo emplazado este campo de exterminio que los militares llamaban Cuartel Terranova, destruído por ellos mismos poco antes de acabar la dictadura, con el objetivo de eliminar las pruebas de los crímenes allí cometidos, y que oscilan entre la idea de construir un Museo de la Memoria, reconstruir el lugar tal como era, etc, etc, desfilan por el texto los miedos, las dudas, las contradicciones, las miserias, las locuras, los fantasmas y las certezas de unas víctimas todavía perplejas, todavía atónitas delante de una realidad de la cual pareciera que todos preferirían pasar de largo.
Como colofón de una obra inquietante y aterradora, interpretada magníficamente por Francisca Lewin, Macarena Zamudio y Carla Romero, la pieza Discurso, nos instala definitivamente en la zozobra absoluta de un país que perfectamente puede funcionar como un espejo del mundo de hoy, en el cual la irrupción trágica y desmesurada de las fuerzas de la naturaleza, en forma de un terremoto de 8º con tsunami incluído, desnuda nuestra fragilidad y pareciera querer simbolizar además el frágil equilibrio de una democracia débil y atestada de imperfecciones, de una economía que crece y crece solo para unos pocos, y de una sociedad con demasiadas cuentas pendientes, cansada y fatigada, y en la cual el Marrichiweu, Diez venceremos, el grito de guerra del pueblo mapuche, existe como un telón de fondo vivo y cautivador, nada metafórico, y per el cual continúa escribiéndose la Historia.
 
 
JORGE MORALES
 
Girona, noviembre de 2012.
 
(Texto publicado originalmente en lengua catalana, al día siguiente de la representación, en el blog Apuntes de Temporada, del Festival Temporada Alta.)